Un alma de ceniza y sangre by Jennifer L. Armentrout

Un alma de ceniza y sangre by Jennifer L. Armentrout

autor:Jennifer L. Armentrout [Armentrout, Jennifer L.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-07-18T00:00:00+00:00


SOLO UN NOMBRE

—No tienes por qué seguirme —dijo Poppy mientras caminaba delante de mí, su capa oscura fundida con la oscuridad de la Arboleda de los Deseos—. Conozco el camino de vuelta al castillo.

—Ya lo sé. —Le mantuve el ritmo, un paso por detrás de ella—. Pero ¿qué tipo de guardia sería si te dejase caminar por el bosque sola de noche?

—¿Uno menos irritante? —La réplica me provocó una carcajada genuina—. Me alegro de que lo encuentres divertido. —Su cabeza encapuchada se giró un poco—. Porque yo no.

Me alegré de que volviese a hablar. Había estado muy callada cuando salimos del Ateneo, lo cual había permitido a mi mente divagar a lugares muy inquietantes, como la manera en que la inicial necesidad y el posterior deseo de seducirla no habían parecido cosas mutuamente excluyentes.

«Ella te importa».

Maldito Kieran.

—¿Sabes lo que encuentro divertido? —pregunté.

—Estoy impaciente por saberlo.

Una sonrisa jugueteó sobre mis labios, aunque no dejé de escudriñar las sombras en ningún momento en busca de algún Ascendido descarriado.

—La forma en que consigues contener la lengua con todos los demás.

—¿Eso te divierte? —Esquivó un saliente de rocas.

—Solo porque imagino que lo que debes pensar en esos momentos haría sonrojarse a los marineros más rudos.

Soltó una carcajada amarga.

—A veces. —El borde de su capa se enganchó en un arbusto. Como era un guardia servicial, aunque irritante, la desenredé por ella—. Gracias —murmuró, con el diario aún aferrado contra el pecho.

—Suenas un poco más sincera que la última vez que me diste las gracias —comenté.

—Entonces también fui sincera.

—Ya.

Su gran suspiro me hizo sonreír. Caminaba por delante de mí, evitando rocas cortantes y terreno irregular que uno solo conocería si pasara a menudo por esta zona de la Arboleda de los Deseos.

—No es fácil —dijo después de unos segundos.

—¿El qué?

Poppy no contestó de inmediato.

—Estar callada —murmuró—. Contener la lengua.

Casi le pregunté por qué lo hacía, pero ya sabía la respuesta. Era por la misma razón por la que permitía a la sacerdotisa maltratarla: no tenía elección.

—Sea como fuere —continuó, tras aclararse la garganta—, ¿sabías que se rumorea que este bosque está encantado? Al menos eso es lo que cree Tawny.

Dejé que cambiara de tema.

—Tengo un amigo que cree lo mismo.

—¿Tú tienes amigos?

—Sí, ya lo sé —dije con una carcajada—. Sorprendente, ¿verdad?

Me llegó un sonido suave desde las profundidades de su capucha, uno que pudo haber sido una risa. ¿Reía alguna vez… una risa que fuese ruidosa e incontrolada? No lo sabía, pero yo… yo no había reído, ni siquiera sonreído, con la facilidad que lo hacía con ella en muchísimo tiempo.

Tampoco sabía por qué era así.

Me froté el pecho, pasé por encima de unas cuantas ramas caídas y aparté esos pensamientos a un lado.

—Entonces, ¿te gusta leer?

—S… sí.

—¿Qué cosas te gusta leer? Aparte de relatos extremadamente detallados de gruesos y palpitantes…

—Leo de todo —me interrumpió a toda prisa—. No siempre tiene que ser algo… así. Y he leído prácticamente todo lo que tengo permitido leer.

—¿Permitido? —pregunté.

—La sacerdotisa Analia cree que debería pasar tiempo leyendo solo cosas apropiadas, como libros de historia y oraciones.



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